Octavio Uña estudia a Paz y Moya en «De conceptos, lenguajes y metáforas»

El sociólogo señala que la poesía «es revelación: nos muestra este mundo y nos entrega a otro muy distinto»

Jesús Hernández.

Sociología y poesía. Sociología poética. Octavio Uña publica «De conceptos, lenguajes y metáforas: Carlos Moya y Octavio Paz», estudio que se acoge al volumen-homenaje al primero, que edita el CIS con el título general «Lo que hacen los sociólogos». Es un análisis sobre la palabra y su significado, la lírica y su símbolo trascendente y utópica, la literatura que no es mensaje, la creación que habla de libertad y redención. «La poesía es revelación: nos muestra este mundo y nos entrega a otro muy distinto. Ella es, por antonomasia, la abridora de mundos», escribe el zamorano. «Y es igualmente irreductible e intraducible a cualquier otra experiencia. Entre la revolución y la religión, entre el discurso y la acción sobre el mundo y la creencia», añade, «ella es la «otra voz». Cercanísima a lo sagrado, pero no se confunde con la experiencia de la religación y la supremacía de lo santo».

Uña Juárez, catedrático de Sociología de la Universidad Rey Juan Carlos, considera que la literatura «no es tan sólo lengua. sino «un sistema significante y un mensaje».Y la poesía, por el contrario, «diálogo y encuentro». Octavio Paz aparece como «un hombre atado inexorablemente a la palabra, su epifanía y cántico. Hace festín, lúdica y convivio el término, la voz, el discurso poético». Palabra, diálogo, silencio. «Contra el bullicio, también contra la soledad y el silencio, levanta el poeta la palabra, que en ella va su misma libertad, que es mismidad y alma». La palabra «redime a su creador del aislamiento, de la soledad, de la alienación y de la dilusión». Las palabras. Y el autor mejicano invita «a darles la vuelta, cogerlas del rabo, azotarlas, inflarlas, pincharlas, darles azúcar en la boca, secarlas, caparlas, pisarlas, desplumarlas, destriparlas, amaestrarlas». Además, ellas «inauguran siempre, definen la realidad, dicen las verdades». El poema: «libertad creadora, ocio purísimo». Y el «universo octaviano» es «muy rico». El poeta -lo califica como oferente, artesano, demiurgo- «camina de la soledad al diálogo y al encuentro». Para él, «nunca dice verdades sociales, verdades que la sociedad pueda aceptar o digerir: toda sociedad niega a sus poetas. Después, les levanta monumentos».

Como se trataba de hablar de y con Carlos Moya, «sobre la palabra, perdurable aliento, salvadora de lo humano y reino de la identidad», el zamorano señala que el sociólogo «advierte y combate, casi oracularmente, contra las «grandes palabras» que han presidido los dos últimos siglos en el proceso modernizador (nación, Estado, sociedad civil, sociedad burguesa, sociedad global, sistema social). El sabe que «el más peligroso de los bienes» es el lenguaje». Tales aseveraciones se refieren a las «perversiones» de aquél «por parte de la ideología, el poder y la tecnocracia en esa nueva formación sociopolítica que Moya califica de continuo y peyorativamente como «la omnipresente identificación actual entre democracia y mercado de masas»». Carlos Moya, que ocupó el decanato de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Complutense, «domina con destrezas varias el lenguaje y lo hace lucir en la forma del ensayo». También Octavio Uña Juárez.

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